Esto es lo que hay detrás de un tomate con el color modificado

A mediados de los años 90 empezaron a comercializarse cultivos transgénicos, y ya desde sus inicios han creado polémica. En Estados Unidos permiten que se comercialicen con este tipo de alimentos, cuyo genoma ha sido modificado sin regulación, mientras que en la Unión Europea lo está pensando aún.

Aún así, desde los inicios de esta práctica ha habido conflictos entre defensores y detractores. Como hemos dicho antes, Estados Unidos se postula a favor de modificar genéticamente organismos, y que salen al mercado fácilmente. En la UE ha habido debates, regulaciones y prohibiciones respecto a este tema, en ámbitos nacional y comunitario.

Los transgénicos son aquellos organismos a los que han añadido material genético o extraño para conseguir cambios de forma o de color, o resistencia a bacterias o insectos. Estos genes provienen de otro organismo o salen de un laboratorio. Ya hay tomates que han sido editados, tanto el color, el tamaño y la duración. O también hay trigos resistentes a la roya. En Estados Unidos permiten la venda de champiñones en lo que se han desactivado el gen que hace que tornen marrones, están autorizados porque no han incluido ADN extraño y no han de pasar por controles que si requieren los transgénicos.

La evidencia científica establece que no hay riesgo en el consumo de alimentos transgénicos por humanos: pese a más de dos décadas, no hay indicios de alergias o enfermedades provocadas por estos. Tampoco se han registrado hasta ahora casos en los que cultivos modificados hayan contaminado a sus parientes silvestres. Aun así, Jennifer Kuzma, de la Universidad de Carolina del Norte, aboga por tener en cuenta las preocupaciones de los ciudadanos a la hora de legislar.

Países como Nueva Zelanda han dicho que no están de acuerdo con la técnica, que cualquier organismo editado es equivalente a un transgénico y, por tanto, está prohibido. Pero, la decisión de la UE es importante porque es un gran exportador de comida y eso marca las condiciones a muchos países en vía de desarrollo que la exportan. “Los países en desarrollo no han sido tenidos en cuenta en el debate sobre los transgénicos”, apunta Chike Mba, experto en Biotecnología de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura).

Otras preocupaciones expresadas habitualmente por asociaciones de agricultores de todo el mundo contra la ingeniería genética en general radican en el uso que las grandes multinacionales de semillas pueden hacer de una tecnología en la que son quienes más invierten y que, por tanto, prácticamente controlan. Organizaciones denuncian entre otras cosas que con estos cultivos se empuja a comprar otros productos de las mismas empresas, como pesticidas o fertilizantes, generando así una dependencia por parte de los productores de comida.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/04/02/planeta_futuro/1522651710_724753.html